Ha llegado el verano, las vacaciones están a la vuelta de la esquina y por fin mañana empiezan (oficialmente) las rebajas. Aquel vestido o pantalón que tanto nos gustó está rebajado al 30% y a finales de julio, con un poco de suerte, lo podremos encontrar rebajado al 60% en las segundas rebajas. Vamos, un chollo.
No sé vosotras pero últimamente recibo más ofertas de lo normal en mi correo electrónico bajo el lema “¿lista para las vacaciones?” para hacerme la manicura, la pedicura e incluso depilación con láser rebajadas al 70%. ¡Menuda tentación! Y es que la verdad, no paramos de recibir gangas.
Por supuesto, también he observado con aspaviento que cada día crecen más las ofertas en medicina estética e incluso en cirugía plástica. Y ya lo decían nuestras abuelas: Nadie regala duros a cuatro pesetas. De esta manera, hacemos compras compulsivas -de hecho el truco está ahí, en vender lo máximo posible y con el mejor gancho para que compren sin pensar-.
Paciente versus Cliente
Es muy frecuente ver promociones donde algunas cirugías cuestan un 40 o incluso un 50% menos de lo que piden clínicas con cirujanos prestigiosos. Hay que tener cuidado con estas rebajas. A menudo lo barato suele salir caro. Lo primero que os aconsejo es comprobar que la cirugía la está realizando un cirujano especializado en cirugía plástica. Esto es fundamental para obtener un resultado óptimo. Es frecuente que profesionales que no tienen el título de cirujano plástico empiecen su práctica privada ofreciendo precios más económicos para captar clientes. Indudablemente tienen que compensar la ausencia de títulos y conocimientos con bajos precios. Escribo clientes con toda la intención del mundo, dado que muchas veces priorizan la salud de su cartera a la del paciente.
En segundo lugar, están las grandes clínicas, con publicidad rimbombante, tipo franquicia. Algunas cotizan incluso en bolsa. En estos centros la atención al paciente muchas veces no es personalizada y es la clínica la que responde de un buen resultado y no el cirujano que opera. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que si unos meses después de una intervención acudes con un problema, probablemente tu cirujano ya no esté colaborando con ellos y sea otra persona nueva la que te atienda. Esta situación dista muchísimo de una atención cercana. Muchas veces, el trato distante y frío de estas empresas se compensa bajando los precios. Y dicha rebaja la pueden asumir porque el número de pacientes que operan es mayor que el de una clínica más pequeña.
Al final, hay que valorar en caso de someterse a una cirugía si queréis hacerlo en un empresa donde lo que prima es la cantidad de pacientes que se operan en vez de la calidad de dichas intervenciones y por consiguiente vuestra salud. ¿Qué preferimos, calidad o cantidad? En estos casos, donde está en juego nuestra salud física, no tengo ninguna duda yo elijo calidad.